miércoles, 3 de marzo de 2010

Ventana (cuento)

- Parece autista, ¿no?

- Sí, no sé cuándo fue la última vez que se movió de ahí.

Risas.

Pero él no estaba prestando atención. No prestaba atención a su trabajo a medio terminar en el monitor de la computadora. Tampoco a su jefe que ya lo empezaba a mirar de reojo desde su escritorio, ubicado al lado del cubículo número 6. Mucho menos a sus compañeros de trabajo que buscaban llamar su atención haciendo bromas sobre él.

Se había quedado congelado. Ido. Completamente ausente. Como si su alma, en un suspiro, se hubiese liberado de su cuerpo y haya decidido ir a dar un paseo por el centro de Asunción.

Estaba confundido. Estaba aterrado, sorprendido y encantado. La mezcla de emociones y sensaciones no le dejaba reaccionar. Parecía una estatua desde que, hace unos 6 minutos, la vió. Era la mujer más hermosa que había visto en su vida. La vió a través del ventanal. Pudo ver su larga estatura, sus grandes ojos húmedos, su casi majestuosa cabellera negra, su prominente nariz. Su largo cuello. Su deliciosa boca. Y ella lo miró a él. Y, luego de sonreírle y jugar con su cabello, suspiró y se perdió de vista. Con una indiferencia completamente atrapante.

Habían pasado 45 minutos desde que Mauricio se había congelado. Desde que vió a la mujer de sus sueños al otro lado del vidrio. El resto de sus compañeros ahora lo rodeaban, tratando de hacerlo volver. Mientras él miraba fijamente hacia el enorme ventanal que permitía admirar una espectacular vista del centro de la ciudad y el puerto, la preocupación se adueñaba de aquella oficina del décimo piso.

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