jueves, 18 de marzo de 2010

Política para tontos

No. Esto no es un manual de nociones básicas de política. Es simplemente la opinión de un servidor, de que hablando de “política” en Paraguay, solo aquellos que padecen esta enfermedad psico-fisiologica podrían dedicarse a esto. Pero empezamos correctamente.

Hay un grave error de semántica cuando nos referimos a este tópico. En esta tierra bendita por Dios pero dominada por el demonio, hay pocos políticos. La mayoría, desconocidos servidores del pueblo. Los más, tristemente, son politiqueros. Ya desde los inicios de la sociedad, ergo, desde que el homo sapiens comprendió que para cuidarse en este mundo inhóspito lo mejor es hacerlo en grupo, ha habido humanos que con verdadero sentido de solidaridad, altruismo, y abnegación obstinada que raya en lo suicida han optado por asumir más responsabilidades que las que todo individuo tiene. Es gente que ha pensado: “Veo todo lo que tengo que hacer, pero aun puedo más. También veo que hay gente que no puede hacer todo lo que debe. O que hay cosas que van más allá de lo necesario, pero alguien tiene que encargarse. Ese alguien puedo ser YO”. Y entonces asume más compromisos, se carga con mayores responsabilidades. Esto es loable desde todo punto de vista, ¿no?

Pero lastimosamente, al igual que muchas otras cosas que empezaron con las mejores intenciones, esto fue corrompiéndose al punto de degenerar en un arte de mentir, de ocultar verdades y bienes, de suprimir enemigos personales, de ensalzamientos egoístas. Nuevamente, no me estoy refiriendo a toooodos los participantes del Circo Del Engaño, pero cada uno sabe a quién tiene en mente cuando lee estas palabras. ¿Cuál puede ser la causa de que ese altruismo inicial haya devenido en una ciencia de indiferencia? Quizá no importe tanto la causa. Podríamos nombrar la debilidad humana, la facilidad para hacer el mal, el mero egoísmo, venganza, despecho, aburrimiento y ociosidad (digno titulo para un libro de autoayuda)… en fin; cada una de esas cualidades negativas que nos hacen ser humanos puede ser motivo de esta putrefacta evolución que ha seguido la política.

La mejor pregunta que uno podría hacerse es quizá la más desesperanzada: ¿hay forma de solucionar esto? Los civistas new age, los más modernos pro y humanistas de última hora insistirán con que cualquier cambio de la sociedad que quiera hacerse implica primero un amoldamiento de tu propia persona. Es la teoría del reflejo: “si quieres que no ensucien, no ensucies vos”, “si quieres que no roben, no roben vos”, “si quieres que no mientan, no mientas vos”, etc. Estudiemos, pues, esta postura.

El reflejo es la forma como los bebes aprenden a comportarse, la imitación de nuestro medio es lo que en parte nos lleva a ser quienes somos. Correcto, entendido, y de hecho hasta parece tener sentido. Ahora, imitar omisiones… dejen que me intente explicar: el no hacer no se puede imitar. Uno imita a un mimo, no a un muerto. La correcta forma de adecuar el comportamiento es corrigiendo lo que se ha hecho mal. Por ejemplo, el mismo bebe. Cuando intenta agarrar algo caliente, se le dice que no. Quizá entienda, pero lo más probable es que insista, hasta quemarse. En ese momento aprendió. Osea, ese “no lo hagas” recién fue asimilado cuando la acción de hacerlo conllevo a un “castigo”. La omisión no puede ser imitada. El no hacer solo lleva a no hacer. Ergo, sí, la punición es parte de la solución. Del arreglo, mejor dicho. Porque en ese caso el daño ya está hecho, y solo intenta resarcirse. Lo que nosotros pretendemos es que ni siquiera se produzca la falta.

El segundo punto por el que está errada la teoría del reflejo es que la insignificancia de un ser humano, por más ejemplar que sea, impide que su forma de obrar sea remedada por terceras personas ajenas a él. Ahora ya entramos en un punto más antropo-filosofico, que no será desarrollado acá ahora. Pero es así, ¡no discutan!

Hernan M

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